El arte de amarse implica…simplemente amarse.
Es una afirmación que encierra la vida toda, desde lo pequeño hasta lo grande.
En este siglo, donde está presente la
globalización, neoliberalismo, hedonismo, etc. el egoísmo va formando parte de
la vida de muchos seres humanos. Realidad que nos hace vivir pensando en
nosotros pero no para ser felices sino para conseguir lo que queremos sin
importar la trascendencia del espíritu.
¿Trascendencia? El ser humano está formado por
cuerpo, alma y espíritu. Todo ser humano aspira y respira ser felices, pero no
me refiero a la felicidad alegre, sino a la felicidad plena, donde el corazón
vibra, aún si se encuentra en circunstancias difíciles.
Amor, Trascendencia, Felicidad plena son
elementos que se consiguen si estamos en la tónica de Dios, es decir, si
vivimos en esa relación personal con El. Puesto que como dice San Agustín,
-Nuestro corazón no descansará tranquilo hasta que descanse en ti-estamos
hechos y destinados a Dios, entonces no podemos pretender llegar a estos
elementos sino partimos desde nuestro génesis. Vivir en la tónica de Dios es
vivir en el amor a uno mismo, donde la compasión y misericordia son también
vividas para uno mismo desde uno mismo. Porque el problema está no tanto en la
relación de Dios hacia nosotros sino de nosotros a nosotros mismos, he ahí
donde se encuentran los mayores obstáculos, los mayores pecados, en fin, es en
donde tenemos que aprender a amarnos así como Jesús nos amó. Vivir en plenitud
no es más que vivir lo que Jesús nos dice –Ámense los unos a los otros como yo
los he amado-.
Vivir en la tónica de Dios es vivir en el amor
a Él, a nosotros y a los demás.
¿Qué me impide vivir esta tónica?
¿Por qué no me amo?
JAPO