domingo, 8 de julio de 2012

La profundidad del corazón de Jesús

Aún, no hemos entendido la grandeza del corazón de Jesús en medio de nuestra debilidad, nos hemos quedado contemplando nuestras miserias, nuestro pecado, nos hemos fijado solamente en nosotros mismos, hemos perdido así el rumbo, hemos quedado perdidos, más nos asombra el morbo que la verdad, más nos gusta el pecado que el perdón, más nos mueve lo espectacular que lo sencillo, más nos atraen las vidas sentimentales egoístas que la entrega generosa del propio ser, hemos perdido la profundidad y verdad con que nos ama, nuestro Abbá.

 
Reflexiona:
¿Qué es lo te impide sentirte amado, hoy?

 
Si contemplamos el mar, sus olas, su color, su profundidad, su belleza, su grandeza, su fuerza, su amplitud, coincidimos en que el mar es inmenso, profundo y maravilloso, ahora te propongo que así como hemos imaginado el mar, te imagines el amor de Dios: su grandeza, su belleza, su incondicionalidad, su profundidad, su fuerza, su amplitud,…

 
Reflexiona:
¿Te imaginas, el amor de Dios, así, como te imaginas la grandeza del mar? ¿Acaso se puede comparar el pecado con el amor de Dios?
¿Has experimentado el amor de Dios en tu vida?
En caso negativo ¿Te atreverías a esta experiencia?


 
Vivir en esa sintonía de la profundidad del Corazón de Jesús, es ser testigos de innumerables milagros, empezando por la vida misma, vivir en esa sintonía, es dejar de pensar que la política y los grandes discursos son la solución a los problemas, vivir sumergidos en el amor de Dios, es empezar a hacer una diferencia, primero en nuestras vidas y luego comenzar a hacerla en la vida de los más cercanos a tí. Hace falta, mis queridos jóvenes, atreverse a esta experiencia de amor, en donde las culpas ceden a la libertad, en donde los remordimientos por fin son liberados, en donde la estima es sincera, en donde Vivir es una realidad y no un sueño, estar en el corazón de Jesús es aceptar su perdón incondicional, gratuito, no porque hagamos tal o cual cosa la tenemos, sino porque simplemente Dios nos la da y punto.
Como dice Albert Nolan* “…Jesús no necesitaba decir (que tus pecados están perdonados –Mt. 9,2-) esto continuamente a todas las personas con las que se encontraba. Su actitud, su manera de tratarlas, la atención que les prestaba y el modo en que disfrutaba comiendo con ellas, sin que le importara quiénes eran o lo que hubieran podido hacer, eran más elocuentes que las palabras. Aquí encontramos a Jesús imitando la imagen de Dios que él presenta en la parábola del hijo perdido. El perdón incondicional del padre no exige frases como –Hijo mío, yo te perdono- o –Tus pecados quedan perdonados-. La acogida con los brazos abiertos, la alegría evidente y la gran celebración que ofrece a sus hijos son más elocuentes que cualesquiera palabras de perdón”
            Dejarse amar, mi querido joven, es el primer paso para la experiencia del amor de Dios y ya luego Él mismo te dará el siguiente pasó, no temas, atrévete.

 
Reflexiona:
¿Estoy decidido a esta experiencia? Por qué
¿Cómo comenzaré?


*Profesor de Teología, Dominico, ha publicado diversos libros.

JAPO
A.M.D.G

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